sexta-feira, 2 de agosto de 2013

EL PAPA VUELVE A AMÉRICA

Con el marco de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), Brasil se ha convertido en el primer país que visita el papa Francisco y confirma una renovada forma de conducir y representar la fe católica. La visita pontificia al país con más fieles católicos en el mundo tiene lugar a los 133 días de su investidura y se ha convertido en la ventana global a la genuina preocupación por los efectos de la realidad económica sobre los jóvenes del mundo y la responsabilidad de la sociedad ante esta generación que, según Su Santidad, corre riesgo de estar aprendiendo una cultura derivada del desempleo y la ausencia de valores sociales.

El primer Papa latinoamericano y el primer jesuita en el cargo ya impuso su forma de ser. Directo, sonriente, firme y alejado de la ostentación, está cautivando al mundo por representar a una iglesia fresca y más cercana a sus fieles. Por eso, su primera visita internacional es particularmente importante, pues se encuentra en una de las naciones más liberales del mundo, donde juventud y pobreza hacen una combinación sociológicamente pesada para la comprensión de la realidad actual. Esa combinación social motiva el esfuerzo de seguridad que hacen las autoridades brasileñas, quienes sufrieron una crisis de ansiedad, en la jornada inicial del viaje cuando el Santo Padre viajó desde el aeropuerto hacia la ciudad en un pequeño automóvil, sin blindaje y casi sin escolta; la multitud lo hizo desplazarse lentamente y un error del conductor lo condujo a un atasco entre el tráfico normal. Nada, sin embargo, turba al sonriente Papa, que estableció un fuerte y muy personal contacto con la gente.

Así que desde el inicio el viaje papal tiene rasgos sui géneris. Está concentrando su mensaje en la juventud, la que llama “ventanal por el que entra el futuro en el mundo y, por tanto, nos impone grandes retos”. Es a los jóvenes del mundo, de Latinoamérica y especialmente a los brasileños, a quienes ofrece el abrazo de Cristo para encontrarse en este mundo que no le está dando a la juventud las respuestas que merece.

El Pontífice clama por la educación, valores y seguridad que den a las nuevas generaciones una razón para vivir y le aseguren un horizonte trascendente “para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien” y le dejen en herencia un mundo que corresponda “a la medida de la vida humana” citaron ayer las agencias internacionales al reportar el inicio de la visita.

“La juventud del momento está en crisis”, dijo el Papa, quien hace una observación de validez casi universal: “Esta gente que está fuera del mercado laboral incluso está afectada por una cultura donde cualquier cosa es dispensable. Tenemos que parar este hábito de expulsar las cosas”. “Necesitamos una cultura de la inclusión”, señaló en su primera jornada en Brasil. Es el rigor espiritual jesuita del Papa, que encuentra en esta visita un canal idóneo para clamar por un esfuerzo social para sacar del abandono a los jóvenes.

Y con razón, los ojos del papa Francisco apuntan a este objetivo, pues en todo el continente, y en casi todo el mundo, la sociedad se ha concentrado en temas materiales y observa el futuro inmediato, olvidando atender y formar las nuevas generaciones. Esa es una de las causas de la violencia, tan abrasadora en Brasil como en Guatemala.

Impresiona su papel como portador de esperanza, como observador ecuánime y como líder contemporáneo indiscutible. Agudo y preciso, podemos decirlo con certeza tras sus primeras palabras: es el Papa de los jóvenes.
JULIO LIGORRíA CARBALLIDO

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