Yo soy un hombre que respeta mucho la medicina, y también
a veces recurro a algunas enseñanzas de los indios mapuches del sur que
utilizaban determinadas hierbas, pero cuando no me encuentro bien de salud voy
al médico, escucho su diagnóstico, por ahí me dice que no me va a cobrar, pero
le pago los honorarios porque el médico tiene que vivir. Salgo de ahí con la
receta, voy a la farmacia, si me llegan a conocer, también le pago los remedios
porque el farmacéutico tiene que vivir. Llego a mi casa, y los remedios los
tiro todos al cesto porque yo también tengo que vivir.
El pasaje arriba presenta el tema central del tipo de liderazgo populista,
la irreverencia, la empatía con el pueblo, con sus inseguridades más chicas,
con sus idiosincrasias más vulgares. En
la América Latina se fue un tiempo en que se ascendió al poder tipos muy
populares, con apelo muy fuerte a el pueblo, dichos “padres de la nación”, una
imagen centrada en el personalismo, una asociación directa de la política con
la persona del político, reduciendo instituciones al papel secundario en el
proceso político.
Hoy vemos un fenómeno que algunos expertos llaman de “neo-populismo”, con
la ascensión de liderazgos con características muy similares a de los antiguos
populistas, pero que enfrentan nuevos contextos sociales. Normalmente se trata
esos tipos de forma negativa y sorprendente, por la academia haber considerado extintos
los fenómenos populistas con la llegada de la posmodernidad.
Para nosotros, no estamos para juzgarlos sino para comentar sobre los
movimientos de sucesión de estos tipos en los gobiernos presidenciales de la
América Latina, una vez que ya se habló mucho sobre el fenómeno neo-populista.
Para un análisis de imágenes, nos importa las características paternalistas y
carismáticas que esos presidentes tuvieran y como sus sucesores lograran o no
éxito en las campañas subsecuentes.
No todos los países en que hemos visto la ascensión resiente de tipos
populistas sobrevinieran sus sucesores. En general, lo movimiento que hicieran
los neo-populistas para llegar al poder se fue en una aproximación de intereses
entre las clases obreras y los empresarios, en algunos casos como Venezuela y
Bolivia, una postura más a la izquierda, vista por los economistas como
fantasmas comunistas en la América.
Hoy la experiencia sucesoria en Brasil, de Lula con Dilma, parece reflejar
el pasaje de Néstor a Cristina en Argentina. Pero la diferencia de perfil de
Dilma y Cristina es nítida. La primera tuve de recibir un tratamiento de imagen,
antes y durante la campaña, que la presentase como una “grande madre”, una vez
que su papel en gobierno de Lula se quedaba en la posición del “sargentona”,
una gestora fría y dura. Para Cristina se fue más fácil la transición de
imagen, quizá, ella sí tenía una faceta populista más grande que de Néstor, y
la comparación con la pareja Perón-Evita se hice inevitable. Pero la actual
experiencia administrativa en Brasil, ha demostrado que la faceta gestora de
Dilma autonomizo su imagen a de Lula, mismo manteniendo el aspecto maternal de
proveedora, aún que en Argentina el apelo por la imagen de madre del pueblo, en
comparación nítida con Evita, hice Cristina presentar una imagen negativa de
demagoga.
En la Venezuela con la muerte de
Chávez, Maduro paso por una elección apretada, llena de dudas y contestación, y
su postura se presentó tan o más radical que de Chávez, con acusaciones
conspiratorias en rede nacional y fuerte apelo a el imaginario dela revolución
chavista, en un esfuerzo de equilibrar el déficit que la falta personal de
Chávez hice en las elecciones.
En Peru, Alan García Pérez fue
sucedido por Humala, de otro partido, pero los dos ya fueran llamados de
populistas, y para Humala ganar tuve de suavizar su discurso populista como
Lula hice en 2002. En Chile Michelle Bachelet ha sido comparada con Evita, afronto
muchos problemas con su aprobación e imagen, pero en 2010 perdió la elección
para un centro-derecha, Sebastián Piñera.
Lo que pasa en la política
Latino Americana es que, el uso despreciativo del adjetivo “populista” ocurre
principalmente cuando los adversarios no logran en conquistar el corazón de los
electores, y tal acusación (¡Populista!) se tomará como mala en casos donde la
perspectiva personalista se configura como demagógica para la población, si no,
la oposición se queda llorando (¡Populista!) y la población sigue apoyando su
gran líder.
Caio Manhanelli e Carlos Manhanelli
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